Durante el primer año en la vida del bebé se observa un crecimiento acelerado, tan es así, que en promedio los bebés triplican su peso de nacimiento y aumentan su talla en un 50%. Teniendo en cuenta estos datos, podemos decir que nos encontramos frente a una etapa que requiere un aporte adecuado y suficiente tanto de energía como de nutrientes que permitan satisfacer las necesidades para tal demanda.
La
leche materna es el alimento por excelencia que permite cubrir la totalidad de
necesidades de calorías y nutrientes fundamentales que el bebé requiere durante
los primeros 6 meses de vida de manera
exclusiva y hasta los dos años complementándola con otros alimentos.
Cada
mamá produce la cantidad y calidad de leche que su bebé necesita. Se conoce que
la leche materna se modifica en su composición a medida que van pasando los
primeros días de nacido el bebé, y también modifica la composición durante cada
mamada.
Durante
los primeros 3-4 días después del nacimiento,
la mamá produce una primera leche llamada calostro.
Tiene aspecto amarillento y espeso,
contiene más proteínas, anticuerpos (especialmente beneficioso para proteger al bebé de
infecciones), sales minerales y menos grasas que la leche definitiva. Su
volumen alcanza unos 2 a 20 mililitros por toma y es suficiente para satisfacer
las necesidades del recién nacido.
Entre
los días 4 y 10-15 pos nacimiento se produce la leche de transición, el
calostro comienza a modificar su composición y tomar un aspecto más
blanquecino. Paulatinamente se aumenta también el volumen producido, alcanzando
los 300 y 500 mililitros.
A
partir de la segunda semana el bebé toma leche madura, que le aporta al recién nacido más energía, grasa, lactosa
(azúcar de la leche) y menos proteínas que el calostro, además de la dosis
necesaria de vitaminas, minerales y anticuerpos. Su volumen alcanza los 700-900
mililitros, dependiendo de las necesidades de cada recién nacido.
Es interesante conocer, que una vez
alcanzada la leche madura, la
composición también se modifica durante cada mamada. Al inicio de cada toma, la leche
del comienzo se observa “liviana”,
presenta una apariencia más “azulada” y se produce en mayor cantidad lo
que permite calmar la sed del bebé. Mas tardíamente se produce la leche
del final, su aspecto es más “denso” y de color blanco intenso, es más
rica en grasas aportando una gran cantidad de calorías.
Por esta razón es importante esperar que el
recién nacido se sienta saciado antes de retirarlo del pecho y esperar que él solo lo haga de manera espontánea,
para cubrir tanto sus requerimientos hídricos en la primera etapa de la mamada,
como los energéticos en la segunda, garantizando también el aporte de todos los
demás nutrientes.
Conocer, entre otras cosas, las diferencias en la composición y volumen de la leche
materna que se suceden durante la etapa de amamantamiento nos brinda
conocimientos y herramientas para evacuar dudas y favorece un establecimiento
exitoso de la lactancia materna.
Lic. en Nutrición
MP 1409
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