Después de nueve
meses, llega ese ser tan esperado, ese ser que con ansias deseamos tener en
nuestros brazos, mirar, cuidar, amar. Una etapa se cierra y una nueva comienza,
la de la maternidad.
Después de nueve
meses de soñar y de intentar prepararnos para ese nuevo título, el de “madre”,
la realidad nos encuentra no tan listas, no tan perfectas como quisiéramos y
llenas de emociones encontradas.
Con el
nacimiento de nuestro hijo no sólo nos colma la alegría y la felicidad
sino que también llegan un sinnúmero de “responsabilidades” y, con ello, miedo, dudas, ansiedades. Se
suman las noches en vela y el agotamiento.
También el sentir que el tiempo ya no nos alcanza y la sensación de que hemos
perdido muchos de los espacios-tiempos propios que teníamos.
Es que la
llegada de un hijo todo lo trastoca. Se produce en la familia una “crisis
vital”, una desorganización que implica la necesidad de una restructuración. Y
en nuestra persona, la incorporación de un nuevo rol, el de madre, con todas
las responsabilidades que ello conlleva y con todas las “emociones” que esto
genera. Emociones que a veces nos hacen sentir no-entendidas, agobiadas y de
las cuáles quisiéramos huir.
Pero te cuento dos secretos:
- A todas las mujeres les pasa esto. A unas más, a otras menos… pero a todas les sucede.
- Esto que sientes, ese vaivén emocional… pasa. El punto de equilibrio se vuelve a alcanzar y todo vuelve a la calma. No a la anterior, a la de antes del bebé, sino a una nueva.
¿Qué hacer mientras tanto para poder afrontar estos estados?
- Informarse, saber que es esperable sentirte así y no agobiarse por ellos, ya que son estados pasajeros.
- Exteriorizar los sentimientos, hablar de ellos.
- Dedicar un momento del día para una misma, mientras otra persona se ocupa del bebé.
- Pedir ayuda para no verse sobrecargada con las actividades diarias.
- Hablar con otras mamás recientes, que están atravesando una situación similar. Las actividades de posparto son una buena oportunidad de reunión donde se pueden compartir emociones y resolver dudas.
No nacemos sabiendo cómo ser mamás. En ningún lado está escrito tampoco como se es una “buena madre”. A ser madre se aprende durante la misma experiencia; luego de un proceso de asimilación y adaptación... y de atravesar emociones de todos los tipos y colores, se llega a ser la mejor madre que se puede ser.
Quizás no tan perfecta como la de los
cuentos, pero más real, más sana emocionalmente y más feliz.
Lic.
en Psicología
MP
4933
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